miércoles, 17 de septiembre de 2025

Misión 17. El arte de recomponer lo invisible. El taller donde la luz abraza lo roto.

   La vida, ahora lo entiendo, es como una vidriera compuesta de fragmentos de transparencia y opacidad: trozos de ayer, pedazos de hoy, retazos de algún día, unidos por el tiempo. Algunos enteros y radiantes, otros fracturados por la intemperie, otros caídos de su marco. Solo la fusión y la reparación completan la imagen y nos permiten ver el cuadro completo. Jan Vallone.
    La técnica Tiffany nace de unir fragmentos de vidrio de colores, piezas dispersas que, por sí solas, parecen débiles, pero que al ensamblarse con cuidado y luz revelan un todo armónico y vibrante. 
     Cada ser humano guarda en su interior fragmentos invisibles: heridas, silencios, recuerdos que pesan. En ocasiones, esos fragmentos se transforman en oscuridad y desesperanza, hasta el punto de querer abandonar la vida. La prevención del suicidio, desde una mirada neuroeducativa, nos invita a crear espacios donde la mente y el corazón se abracen en comunidad.

    El cerebro, como un lienzo vivo, puede volver a dibujar sus caminos. Nuevas conexiones nacen cuando alguien escucha sin juzgar, cuando la creatividad ofrece palabras donde antes había vacío, cuando una mano sostiene a otra en el momento más frágil. La luz aparece no como negación del dolor, sino como compañía que ilumina las grietas.

    Un taller de prevención se convierte entonces en un taller de vida: un lugar donde lo roto encuentra forma en un dibujo, en una canción, en una narración compartida. Allí, lo invisible se hace visible y lo invisible se comparte, hasta que deja de ser soledad para transformarse en red.
    Una caricia, un abrazo, una palabra, una sonrisa..., cada experiencia cotidiana deja huellas en el cerebro. Lo social modifica el cerebro, y esto a su vez define lo que somos como seres sociales (desde el nacimiento, o antes incluso). Qué importante en la práctica educativa es trabajar todas estas competencias sociales y emocionales básicas para la vida. Y qué bien nos sentimos cuando existe una verdadera cooperación, porque cuando cooperamos se activa nuestro sistema de recompensa cerebral. O si se quiere, la cooperación es una recompensa cerebral.(@jesuscguillen)
“Recomponer lo invisible” es recordar que nadie está solo en su fractura. “El taller donde la luz abraza lo roto” es la promesa de que siempre habrá un espacio para volver a empezar, para que la vida encuentre nuevas raíces en la esperanza compartida.